Después de terminar mi proyecto Desaparecidas sobre las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, sentí la necesidad de explorar el mundo de la sanación y de la magia, de lo inmaterial y lo imaginario para conjurar mi propio miedo y mitigar mi dolor ante la impunidad. Decidí viajar al norte de México en busca de mi sanación ante y con el fin de recuperar mi amor por la fotografía. De estos viajes surgió la serie Tierra de brujas.
En América Latina la conquista española trajo la religión católica, la Inquisición y la persecución de mujeres, tanto indígenas como españolas sospechosas de brujería. Estas personas, conocidas como chamanes o brujas, poseían grandes conocimientos sobre herbolaria y vivían en equilibrio con su entorno. Aunque la cacería de brujas era una práctica extendida, ejercían clandestinamente y sus creencias y costumbres siguen vivas.
Las brujas que conocí y fotografié en este país fundamentalmente católico son resultado del sincretismo entre las costumbres europeas y las indígenas. En los pueblos son consultadas por casi todos los habitantes y, al mismo tiempo, temidas por sus poderes. Son mujeres marginadas por sus notorias diferencias con las otras mujeres del pueblo.
