Este proyecto fotográfico surgió de la necesidad de encontrar respuestas a interrogantes que, de manera inconsciente, me llevaron a recorrer calles y plazas. Crecí en la Ciudad de México donde la sexualidad femenina está dominada por la moral cristiana, por la imagen idealizada de la buena mujer, la buena esposa, y una mistificación sin cuestionamiento de la maternidad.
Cuando me embaracé, creció esta necesidad de entender a las mujeres y su papel en la sociedad, y por ende, a mí misma. Un día, estuve sentada en una banca en el centro de la Ciudad de México, detrás de Palacio Nacional, en un barrio llamado La Merced, donde el comercio ambulante, la prostitución, la vida en vecindades y hoteles, y la convivencia con padrotes y ladrones determinan el carácter particular de esta conflictiva zona de la ciudad. Durante más de cuatro siglos La Merced y la Plaza de la Soledad ha sido un espacio para el comercio sexual y también para la religiosidad, practicada en las muchas iglesias del barrio, y que constituye una parte fundamental de la vida de las sexo-servidoras.
Sí. Quería hablar de prostitución, y eso es implicaba hablar sobre la desigualdad y la transgresión, sobre el cuerpo, el sexo, la maternidad, la niñez y la vejez, el amor y el desamor. Después de 5 años de fotografiarlas, comprendí lo que buscaba: desentrañar los secretos y los significados que el cuerpo de las mujeres encierra.